Deporte ambulatorio

Día viernes, siete y cuarto de la mañana. El clima está inestable, tal como lo ha estado toda la semana., una de esas semanas donde a uno le cuesta levantarse de la cama y salir de casa para ir al trabajo. No seré yo, precisamente desde una columna cuyo subtítulo es “sin moraleja” a decir que todos los días nos levantamos con ganas de ir a trabajar. Por supuesto que hay días de esos, pero hoy no es uno de ellos.
Somos tres a esperar que el arribo del bondi (1) que nos llevará al trabajo. Tres hombres. Tres tipos medio dormidos mirando en la misma dirección, la vista fija pero la mirada perdida. A esa hora de la mañana la avenida aún no está tan transitada como lo estará en media hora más, cuando el tráfico libre que vemos ahora mute en caótico durante un par de horas, en el tiempo que le lleva a la gente llegar a sus lugares de trabajo.
El hombre que está a mi lado enciende una radio. No una radio que pueda escucharse con auriculares, sino una con parlante. Coloca el parlante cerca de su oído, el volumen relativamente bajo, sin embargo yo, a menos de un metro, puedo escuchar perfectamente el programa de deportes que ha sintonizado. Tema principal: esta noche a las ocho se juega un partido de fútbol entre dos de los equipos más emblemáticos de la Argentina: River Plate y Boca Juniors.
Escucho los comentarios a medias, interrumpidos constantemente por el ruido de los escapes de los automóviles y las motocicletas, los celulares, los ladridos en cadena, las persianas metálicas de los locales comerciales levantándose, pero aún así queda clara la idea que los comentaristas buscan transmitir: señores, esta noche se juega el partido más intenso del fútbol nacional, consigan su entrada. El estadio de River Plate queda de paso en el recorrido del bus; tal vez mi compañero de parada, el de la radio, baje a sacar su entrada.
Los efectos de esta clase de publicidad suelen ser efectivos, pero nunca creí que lo fueran tanto. Llega el bus. A lo lejos se lo ve diferente, pero no puedo determinar bien de qué se trata. Basta que se acerque unos metros más para comprenderlo: en los laterales cuelgan banderas rojas y blancas (los colores de River Plate), se escuchan cánticos (irreproducibles aquí, pero todos sabemos a qué me refiero), el bondi oscila hacia los lados. Se detiene junto a nosotros. Se mueve, se agita, late con cada salto y cada arenga de los fanáticos.
Dos de nosotros damos un paso atrás. El de la radio saluda al chofer y sube.
Los que permanecemos en la parada observamos perplejos al bondi que se aleja, que parte del mismo modo en que llegó, latiendo.

(1) Bondi: transporte urbano colectivo de Buenos Aires.

Pablo Franchi (Publicado en El Heraldo Hispano - Iowa, USA - marzo 2008)